El antiguo Testamento en su narrativa histórica, muestra una violencia
del ser humano desde su mismo origen. Los científicos en sus teorías sugieren
que los espermatozoides luchan por montones para que uno solo, sea, el que
fecunde un solo ovulo. El amor de hombre y mujer, sentimiento tan extraño, hace
que, entre millones de seres humanos, solo una pareja se fije el uno al otro,
sin importar quien los rodea. El nuevo testamento nos invita al amor al prójimo
sin juzgar.
En todas las etapas de la vida en este planeta, porque hasta el momento
no conocemos vida en otro, tanto en los seres vivos, como los inertes,
necesariamente se cierran y se abren ciclos. En el caso, de los seres humanos,
la existencia es tan efímera y frágil, comparada con la eternidad de la muerte,
que la ansiedad por el cambio nos hace más volátiles y violentos, en muchos
casos, si no se actúa con la razón, pasamos por encima de la ansiedad de los
otros.
En el campo social, necesariamente los recursos y las riquezas deben administrarse
de manera alternada, por los miembros de cada comunidad, pues, ya se ha
comprobado que, si solo un grupo de esa comunidad lo administra todo el tiempo,
tiende a la avaricia y la tiranía, la balanza se desproporciona, no hay equidad
en el desarrollo de dicha comunidad. Fomenta a la discriminación y a la violencia.
El cierre de un ciclo y abrir otro, un tanto desconocido es sano, pues
la comunidad del ser humano siente proporción en la balanza y solo así, podría
bajar la ansiedad y la violencia por su futuro y ve armonía en su proyecto de
vida. Sin celos y confianza, con el perdón y reconciliación como herramienta
fundamental, una comunidad puede cerrar un ciclo y aventurarse en una nueva
etapa, un nuevo proyecto acorde a lo ya conquistado.